jueves, 14 de abril de 2011

La importancia del periodo de adaptación

¿POR QUÉ DAMOS IMPORTANCIA AL PERÍODO DE ADAPTACIÓN?

La entrada en la Escuela Infantil supone un importante cambio: implica la salida del mundo familiar donde el niño ocupa un rol definido, donde se relaciona basándose en unos códigos determinados y donde se mueve en un espacio seguro, conocido y protegido.
Se amplía su mundo de relaciones al salir del estrecho círculo familiar.
Niño: espacio-objeto
Niño: Adulto
Niño: Grupo de Adultos
Niño: Niño
Niño: Grupo de Niños
Esta primera separación niño-familia y la manera como se resuelva va a tener una gran trascendencia en el proceso de socialización, en la actitud hacia la escolaridad y en general, hacia el aprendizaje.
Es por ello por lo que consideramos de vital importancia la atención cuidadosa de este período.
Generalmente son poco conocidos los cambios que experimenta el niño y sus múltiples reacciones.

HACIA UNA DEFINICIÓN DEL PERÍODO DE ADAPTACIÓN.

Consideramos el período de adaptación como el camino o proceso mediante el cual el niño va elaborando, desde el punto de vista de los sentimientos, la pérdida y la ganancia que le supone la separación, hasta llegar voluntariamente a una aceptación interna de la misma.
De esta definición vamos a extraer los siguientes elementos que comentaremos para una mayor clarificación.
-«Camino», «proceso» implican tiempo.

-Va implícito en esta alusión, un elemento muy importante y es que el Proceso de Adaptación es algo que el niño hace, es algo suyo, algo propio que él tiene que elaborar, es una conquista, es un proceso personal y voluntario.

-Otro elemento que merece la pena resaltar, es la referencia explícita a que el núcleo del proceso de adaptación, así como de su resolución tiene que ver con los sentimientos, es decir, con el mundo interno. A nuestro juicio, esta distinción es muy importante para distinguir y detectar algunos niños que podríamos decir que han hecho un proceso de «Resignación», en lugar del de Adaptación: son niños cuya conducta externa parece expresar conformidad, cuando podemos observar, en otros aspectos, que actúan de forma disociada. Son niños que suelen haber abandonado su explícita protesta, por distintos motivos (por ser inoperante, por vivirla con culpabilidad, por recibir
un fuerte rechazo familiar...), sin que este abandono «exterior» vaya acompañado de un abandono de sus sentimientos internos (persisten dificultades con la comida, enuresis, ausencia de contacto y relación, etc.).
Si estamos hablando de conflicto interno (en el sentido de los que llamaríamos conflictos normales del desarrollo) y de la elaboración del mismo, estamos hablando de la necesidad de expresión, de esos sentimientos, de ese conflicto, base, como sabemos, de su resolución. (De aquí, la importancia, dadas las edades con que trabajamos,
de la comprensión del lenguaje no verbal).
-Matizaremos el conflicto interno que supone el período de adaptación al que subyace, como hemos comentado, esencialmente la ansiedad de la separación, primera separación niño-familia que no es sólo una separación física, espacial, sino que fundamentalmente es una separación intrapsíquica, es decir, es encontrarse, sentirse, menos resguardado, menos protegido, menos seguro, es encontrarse a solas con sus posibilidades.
Con todo ello, lo que queremos decir es que el conflicto nuclear de este período, si el entorno es favorable, va a ser la ambivalencia, teñida de los sentimientos y vivencias antes expuestos, precedida normalmente de un rechazo manifiesto de la separación. Con ello queremos matizar que caracteriza a todo el período de adaptación, las idas y venidas, progresiones y regresiones, los deseos contradictorios, la aceptación y el rechazo. En definitiva, la duda y el manejo de sentimientos internos contradictorios.


-¿Quién se adapta?

Separación mutua niño-familia, no sólo, ni siquiera fundamentalmente, se adapta el niño. Los padres y, en especial, la madre (generalmente la que hasta ahora ha estado al cuidado del niño), van a tener también que adaptarse. Para ellos también hay un cambio. Los padres tendrán una gran influencia en este momento que viene determinada por cómo ella misma, ellos, vivan la separación: sus temores, sus expectativas, su ansiedad, su angustia, su seguridad o inseguridad en el paso que han dado, su grado de confianza en las posibilidades del niño y en la institución. Todo ello es transmitido y captado por el niño. Hasta tal punto percibe estas actitudes internas parentales que, en muchos casos, movido por su deseo de agradarles y por la necesidad que tiene el niño de ellos, responde inconscientemente a estas actitudes.
Así, si la madre vive con dificultad este momento, el niño va a reclamarla con ansiedad, y va a vivir la adaptación como algo inseguro y peligroso, dificultándose enormemente la evolución del proceso. El niño no es una simple respuesta mecánica a las actitudes y sentimientos parentales, él tiene sus propios sentimientos, pero si éstos coinciden con los de los padres (familia-madre) suponen, en su vivencia, una confirmación una constatación que va a estancar su evolución. Si un niño acepta con desconfianza, con inseguridad un centro, y percibe en los adultos en quien se apoya, en quienes confía, que ellos lo ven igual, lo sienten igual, ¿cómo puede confiar?, ¿cómo podrá estar seguro? ¿No es fácil de entender que le invada una profunda angustia, al quedarse solo en un lugar tan dudoso?
Si, como decíamos anteriormente, el niño puede tener vivencias de abandono y sus padres sienten, al llevarlo a la guardería, que lo están abandonando, ¿a dónde se puede agarrar el niño para salir de una situación tan angustiosa?
¿No es fácil entender su miedo?
Existe también en nosotros un lenguaje no verbal que transmitimos con lo que hacemos. A veces este lenguaje difiere totalmente de aquello que decimos o nos decimos con palabras.
Más tarde hablaremos con detalle de las dificultades de los padres. En este momento solo interesa apuntar dos cosas: su importante papel en el proceso de adaptación del niño, su propia adaptación y la invalidez e inoperancia de encubrir con palabras o conductas externas estas actitudes. Ello no hace sino crear un doble mensaje para el niño, que dificulta todavía mucho más las cosas. No es cuestión de esforzarse, ni de «engañarnos» o «engañar» al niño, sino de afrontar y resolver esta situación.
Para que no induzca a error queremos aclarar que frente a una situación de separación es lógico y humano que existan sentimientos de pena, que existan dudas, que existan temores... todo ello surge si estamos conectando con las dificultades del niño y las propias. Queremos resaltar la importancia de los contactos positivos previos de la familia con el educador y la Institución.
También los educadores y la propia institución se adaptan. Este será también un factor muy importante. La capacidad que una institución o un educador tengan de amoldarse a lo que el niño trae, a sus ritmos, a sus costumbres, a sus particularidades, de adaptarse y acercarse a cada niño, de recibirle con su individualidad, con un profundo respeto, va a posibilitar que el cambio sea gradual, que sea progresivo y fluido. Una institución con una estructura que sea lo suficientemente abierta y flexible para conocer y «amoldarse» a cada niño, es obvio que es una gran ayuda, por no decir una condición «sine qua non», para facilitar la adaptación.

Por lo tanto el periodo de adaptación es una periodo muy importante en el cual tanto el niño, la familia y el centro debe adaptarse a este nueva etapa. La familia tiene que mostrarse felices ante este periodo, deben de animar a los niños para que estos no sientan que les han abandonado. Si los niños se encuentran felices, al final terminaran adaptándose, y perderán el miedo ante esta situación nueva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario